lunes, 1 de noviembre de 2010

"El alma de luto"

Qué manera de retomar mi olvidada costumbre de escribir. Casi no reconozco las teclas ni las conjugaciones verbales adecuadas.
Con los ojos hinchados y ese ardor que nace en el alma y muere en la piel. La incongruencia de estas palabras es el reflejo del torbellino de ideas insensatas que se condensan en mi corazón.
Cada vez que me preguntaron si perdonaría una infidelidad, dije que tenía que estar en ese momento para poder hacerlo. Hoy, soy el protagonista de esa pesadilla de la que a veces creo que podré despertarme y aún no conozco con claridad que respuesta dar.
Invento e improviso mil quinientos mecanismos de defensa. Me seco las lágrimas y me escondo debajo de las sábanas y en el silencio para intentar atenuar el dolor que me sofoca.
No me siento ni soy víctima, ambos lo sabemos. Sabía que iba a pasar y pasó. No tuve el valor, las herramientas ni la voluntad de poder evitarlo. Claro que ella tiene la otra parte de la responsabilidad, también pudo evitarlo. Pero como a mí, se le escapó de las manos.
Podría esconderme, esconder esta realidad. Disfrazarla de desencuentro y final a la historia infecunda. La verdad es que siento vergüenza, creo que sería inevitable sentirla, pero no me quiero excusar en eso para deslindarme de responsabilidades ni dejar esto en la oscuridad e un cajón bajo llave.
Aunque suene absurdo -Y seguramente lo sea- quiero aprender, quiero encontrar la enseñanza que toda experiencia debe dejar. Sé que nada va a ser lo mismo a partir de ahora, que mi corazón deberá acostumbrarse a nuevas sensaciones.
Cuando me enteré de lo sucedido, lo primero que pensé fue que hubiera sido mejor no haberlo sabido nunca. Pero repito, fue solo un instintivo mecanismo de negación y bronca. Sigo y seguiré pensando que hasta la más cruda verdad es preferible a la más suave mentira.
Mientras escribo esto, el dolor aún me brota por los ojos y ese “¿Por qué pasó?” retumba hasta el cansancio.
El insomnio y las ojeras se disimulan con los ojos hinchados. Quiero tomarme tiempo para pensar en esto, aunque en el instante primero dije que este era el final de todo, hoy sé que debo esperar a que pase el huracán, a que las ideas y la razón vuelvan a formar parte de mi mente. Quiero decidirlo cuando pueda articular palabras coherentes.
Hoy con el alma de luto, quise escribir lo que me saliera, quise dejar un recuerdo escrito sobre toda esta situación vivida. Sin acusados, ni juicios ni culpables. Compartiendo responsabilidades, siendo adulto, siendo sincero y refutando aquella frase que solemos escuchar ante una vivencia dolorosa. No pretendo que estas heridas que no me pudieron matar me fortalezcan, solo espero haber aprendido y que las cicatrices no me dejen olvidarlo nunca.

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